

Tell Me Your Secret
Season 4 Episode 3 | 1h 10m 22sVideo has Closed Captions
Cristina conceals a secret. Clara’s reunion with Mateo falters. Rita hides her illness.
Cristina convinces Adele to keep her revelation to herself. Clara’s reunion with Mateo is a disaster. Rita conceals the news of her diagnosis from everyone, until she ends up confiding in Dona Blanca.
Problems playing video? | Closed Captioning Feedback
Problems playing video? | Closed Captioning Feedback

Tell Me Your Secret
Season 4 Episode 3 | 1h 10m 22sVideo has Closed Captions
Cristina convinces Adele to keep her revelation to herself. Clara’s reunion with Mateo is a disaster. Rita conceals the news of her diagnosis from everyone, until she ends up confiding in Dona Blanca.
Problems playing video? | Closed Captioning Feedback
How to Watch Velvet
Velvet is available to stream on pbs.org and the free PBS App, available on iPhone, Apple TV, Android TV, Android smartphones, Amazon Fire TV, Amazon Fire Tablet, Roku, Samsung Smart TV, and Vizio.
Providing Support for PBS.org
Learn Moreabout PBS online sponsorshipEste programa contiene material para adultos y no es apto para todos los públicos Se recomienda discreción -Me encanta tu propuesta, pero solo la aceptaré si Mateo vuelve a Velvet.
-Acepto su oferta.
-¿Le has dicho que ni en broma Mateo puede volver a estas galerías?
-Que ahora tengo que sacar esa colección adelante, ¡y no tenéis ni por qué veros si no queréis!
Para producir más necesitaríamos un taller, el doble que este.
-Construyamos.
Usaremos la zona de empleados.
-Tendrás que buscar otra manera de conseguirlo.
-No tengo por qué hacerlo.
-Señor Santamaría, un honor conocerle.
Soy un gran admirador de su trabajo.
-¿Y bien?
¿Qué es lo que quiere de mí, señor de la Riva?
No pretenderán que me ponga algo así.
-No voy a aguantar ni un solo desplante más.
-Lo que quiero es que sufra, que vea todo lo que se está perdiendo.
-Tienes mala cara.
-¿Estás bien?
-Patricia, deberías ir al médico.
-Puedo decir con total seguridad que está usted embarazada.
-Enrique, últimamente, nuestro matrimonio no va muy bien, creo que me engaña con otro.
-Valentín, quiero darte un hijo.
-Voy a trabajar en el taller.
Es mi sueño y voy a cumplirlo.
-Yo me muero y no te educo, ¿eh, primo?
-Ya podemos comunicar quién será mi asistente.
Pedro Infantes.
Usted se conoce las galerías como la palma de su mano, y cada empleado es amigo suyo, ¿verdad?
-Sí.
-Necesito que sea mis ojos y mis oídos en estas galerías.
-Vas a hacer con él lo que quieras.
-Lo que quiero es hundir a Ana y su dichosa colección.
-Tengo cita con el ginecólogo.
Estoy un poquito que no estoy.
-En sus análisis de sangre, hemos detectado algunos niveles descompensados.
Podrían indicar algo relativamente grave, la existencia de un tumor, quizás.
-Ha pasado mucho tiempo, y todavía no nos hacemos a la idea de su muerte.
-No, no, no, eso no es posible.
Mi jefe es don Alberto Márquez, y está vivo.
[♪ Alba Llibre y Lucio Godoy: "Falling in Love"] -Pero eso no puede ser, quizás se equivoca de persona.
Alberto murió en un accidente de avión en un vuelo destino a La Habana.
-No.
No, créame.
Don Alberto nunca se subió a aquel avión.
Sé que cambió de planes en el último momento y se marchó a Estambul.
Allí hizo la Ruta de la Seda y encontró a los mejores proveedores de tejidos del mundo.
Después se fue a Nueva York, y allí montó el atelier de alta costura más importante de la Gran Manzana.
-No puede ser.
-No, no me explico cómo ha podido pasar todo esto.
Él mismo escribía cartas cada mes y las enviaba a las galerías.
-¿Cómo?
-Quizás sea mejor que le contemos todo esto a la señorita Rivera.
-¿Qué?
No, no.
Ya he visto cómo ha reaccionado hace un momento con solo un recuerdo.
Es mejor que se lo cuente yo a solas.
-Pero yo creo que... -Discúlpeme, pero creo que es mejor que se vaya.
Yo no sé cómo va a reaccionar Ana.
-No sé qué decir.
No me esperaba todo esto.
-¿Cómo...?
¿Cómo podría localizarle?
-Sí.
Este es el contacto del atelier, él se encuentra allí.
Yo me tengo que marchar mañana, pero me gustaría volver.
-¿Volver?
-Sí.
Me gustaría llevarme algunos modelos de la señorita Rivera.
-Si le parece bien, podría llamarme antes para que lo organice todo.
-Claro, así lo haré.
Espero que para entonces todo se haya aclarado.
Y que todo sea para bien.
-Seguro.
Gracias.
[♪ The Roues Brothers: "Daydreaming"] -Venía a disculparme por mi comportamiento de antes, no lo pude evitar.
-No te preocupes.
-He bajado a buscaros, pero como no os he visto, pues... -Sí, la señorita Adele tuvo que marcharse.
-Siento mucho que se haya llevado esa impresión de mí.
-No pasa nada.
Tenía que viajar mañana temprano y, cuando te vio así de afectada, no quería molestar más.
No te preocupes.
-Cristina, quería darte las gracias por el vestido, significa mucho para mí.
-Bueno, ya te dije que me había recuperado.
-Me alegro.
Bueno, ha sido un día muy largo.
Hasta mañana.
-Sí, yo también me tengo que ir a casa.
Sí.
Ana, que descanses.
Hasta mañana.
Disculpe, caballero, necesito que me ayude.
-Señora, estamos descargando el correo de mañana, la oficina está cerrada.
-Ya, ya lo sé, pero... pero esto es importante.
Por favor, ayúdeme.
-Mire, la oficina abre mañana a las ocho.
Le aconsejo que llegue un rato antes para evitarse la cola.
-No puedo esperar a mañana.
Por favor, ayúdeme, estoy en un apuro.
[♪ música tensa] -¿Qué quiere?
-¿Ustedes hacen el reparto de la correspondencia de las galerías Velvet?
-Sí.
-Necesito que compruebe si se han entregado cartas franqueadas de Nueva York recientemente.
-Espera aquí un momento.
[♪ música emotiva] ¿Señora?
-Sí.
-Pues sí, sí, han estado llegando cartas de Nueva York, y además, desde hace ya unos años.
-¿Podría decirme cuándo llegó la última?
-Pues según este registro, la semana pasada.
-¿Y dónde están?
Porque le aseguro que no han llegado a las galerías.
-Mire, señora, mis compañeros hacen el reparto cada mañana y no sé a quién se las entregan, pero es evidente que alguien las recoge porque aquí no están.
[♪ música tensa] Parece que el remitente es un tal Phillipe Ray.
-Muchas gracias.
Gracias.
[♪ música tensa] -Pedro.
-Shh, cállate que vas a despertar a los niños.
Ven.
Ey, mi amor.
-Que no, que no tengo yo el cuerpo para fiestas.
-Vamos a celebrar el ascenso, por favor.
-¿Pero y de dónde has sacado el champán?
-Porque ha venido a visitarnos el señor Humberto Santamaría, y lo he birlado.
Hombre, soy el nuevo asistente del señor Cafiero, Rita, no lo voy a celebrar con una Mirinda.
¡Esa es mi Rita!
Pues mira, vamos a brindar... Porque te quiero.
Porque eres la mejor madre del mundo, y porque ¿sabes lo que me imagino?
A esos dos pequeños visitándonos en Porrillos con nuestros nietos.
Pues vas a ser una abuela... -Calla ya, anda.
-Te he dicho, te he dicho que vas a ser una abuela maravillosa.
-Ya, ya, pero te estás alargando y esto se calienta.
-Te habías hecho ilusiones con lo de la niña, ¿no?
pero no pasa nada, porque lo podemos intentar cuando quieras, que tenemos toda la vida por delante.
-Es verdad.
Mañana llévate a los niños al cole, que tengo que hacer un recado antes de ir al colegio.
¿Mmm?
-No hay problema, yo me encargo.
-Más.
[♪ Bob Saker: "How Little We Learn of Love"] Bueno, ¿y qué?
¿Cómo han ido las pruebas?
-No son muy buenas noticias, señora Montesinos.
Los análisis confirman que se trata de un cáncer de pecho en fase dos.
Es un bultito pequeño, de solo un centímetro.
Es importante que lo analicemos y sepamos si lo hemos localizado a tiempo.
-¿Me van a tener que quitar el pecho?
-Es una de las medidas de seguridad que tomamos para evitar que se reproduzca.
Ya verá cómo todo va a salir bien.
A partir de hoy se avecinan muchos cambios, señora Montesinos.
La operación, el tratamiento.
Es importante que su familia le acompañe durante todo este proceso.
¿Ha hablado ya con ellos?
-Que no sé qué decir.
-Cuando uno se enfrenta a enfermedades de este tipo, el apoyo de su entorno es imprescindible para superarlo.
Mire, señora Montesinos, yo creo que sería conveniente que se pusiera en contacto con alguna otra mujer que haya pasado por esto antes.
Eso la ayudará a tener una actitud más positiva frente a la enfermedad y no se venga abajo.
Dos críos.
Tiene motivos muy poderosos por los que luchar.
[♪ música emotiva] -¿Acabó ya?
[♪ música emotiva] [carraspeo] -Margarita, son los resultados de sus pruebas y su cuadro médico, y bueno, también tengo que darle esto.
Es el presupuesto para la intervención y el tratamiento.
Me ha comentado el doctor que tal vez quiera entrar en contacto con otras mujeres que... -Gracias, señorita, pero no va a ser necesario, de momento tengo otras preocupaciones.
-Cuando usted lo desee, puedo ponerle en contacto con alguien.
[bullicio] [♪ Alexander Baker y Clair Marlo: "Rock Me Baby"] [silbidos] -No sé qué has hecho, Clarita, pero debe de ser pecado.
-Pues estoy como siempre.
-Sí, como siempre que has pasado por el salón de belleza, querrás decir.
-¿Al salón yo?
¿Qué dirás?
[♪ Alexander Baker y Clair Marlo: "Rock Me Baby"] ¡Oh, no!
¡Pedro!
-Perdóname tú a mí... Joder, pero ¿qué haces tú aquí?
-¡Trabajo aquí!
-Bueno, pero yo no tengo la culpa, es que, es como si tuvieses que llevar un cascabel en el cuello.
-Un cencerro te voy a poner.
-Óyeme, ¿puedes, puedes venir aquí un segundo?
Porfa, que no quiero jugar.
Si pregunta el señor Cafiero por mí... Dame el pañuelo.
-¡Suelta ahí!
-Si pregunta por mí, dile que le estoy preparando un cortado que es excepcional, ¿de acuerdo?
-Pues, lo toma solo, imbécil.
-Ah, ¿lo toma so...?
Oye, y ese pañuelo ¿por qué lo tienes en la cabeza?
-Mira, cállate y déjame en paz, ¿eh?
Desaparece.
[♪ Steve Veus: Carrie] [timbre del ascensor] [♪ Steve Vaus: Carrie] Mateo.
-Clara.
-Qué sorpresa, ¿qué haces tú por aquí?
-Ah, trabajo aquí, he vuelto.
¿Nadie te había dicho nada?
-Sí, algo había oído, pero no te esperaba, la verdad.
Con tanto trabajo, no sabía que venías hoy.
[♪ Steve Vaus: Carrie] -¿Sigues de secretaria?
-Sí, sí.
Otra categoría, pero sí, las cosas han ido bien desde... -Claro, bien.
-¿Sabes?
-Fantástico.
Me alegro.
-¿Tú, bien?
Sí, no sé, hace que no sé de ti, mmm, ¿dos años?
-Yo creo que hace un poco más de dos años.
-Sí.
Bueno, puede ser.
-¿Que estabas en un periódico...?
-Revista.
Vamos, que soy director general.
Todos trabajan para mí.
-Mira... -No me malinterpretes.
-No, no, no, no, si está muy bien, el centro de atención, lo que te gusta.
[puerta se abre] -Patillitas, no te esperaba tan pronto.
Clara, ¿has ido a la peluquería?
-No.
Voy a ir al... [♪ Steve Martin: "New York Love Affair"] -Quiero que nos veamos Ana, tú y yo, a las tres.
¿Va bene?
-Va bene.
A las tres nos vemos.
Por cierto, Marco, siento mucho lo de tu despacho.
[♪ Steve Martin: "New York Love Affair"] [teléfono] [teléfono] -¿Se puede?
-Por favor.
-No te esperaba tan temprano.
-¿Te confieso algo?
No he pegado ojo, demasiados fantasmas.
-Me alegro tanto de que estés aquí.
-Es raro, por una parte siento que han pasado millones de años, y por otra no sé, que me fui ayer.
-Todos te hemos echado mucho de menos, Mateo, y está todo el mundo deseando saludarte.
¿Vamos?
-Me encantaría.
-Si han dicho que iban a estar todos aquí.
¿Dónde se habrán metido?
-Pues sí que tenían ganas de verme, sí.
[aplausos] -Bienvenido, don Mateo.
Teníamos prevista una pancarta de bienvenida, pero ha llegado usted antes de tiempo.
De parte de todo Velvet.
-Muchísimas gracias, de verdad.
No me esperaba nada.
Gracias.
-Se fue como un gran director y lo recuperamos como un magnate de la comunicación.
-No exagere, doña Blanca.
-No le diga esas cosas, doña Blanca, que ya se lo cree bastante.
-Oye.
-Para sus próximos artículos y los nuevos presupuestos, Velvet prêt-à-porter.
-Gracias, muchas gracias a todos, de verdad.
-Y ahora, con su permiso, tenemos que ponernos en marcha.
-Veo que las buenas costumbres no cambian.
-Señoritas, todas a sus puestos.
-Ya me han dicho que el nieto le tiene en forma, don Emilio.
-Es un crío magnífico.
-Qué vergüenza.
-Raúl.
-Empezar la fiesta sin mí.
-Me temo que he llegado un poco pronto.
-¿Qué te han regalado?
-Una pluma preciosa.
-Toma el mío.
-¿Legislación tributaria?
-¿Qué pasa?
-Nada.
-¿No te gusta?
-Me encanta.
Legislación tributaria, Raúl, gracias, pero... -Este es idiota.
Mira lo que hay dentro.
-¡Ah!
Esto, sí.
Esto sí.
Esto, sí, sí, señor.
-Esto es por si se te vuelve a ocurrir abandonarnos como hace cuatro años, para que leas un poco y reflexiones, porque si no te pienso dar con él en toda la cabeza.
-¡Me encanta verlos así!
Esto se estaba poniendo un poco aburrido.
-Nos vamos a comer el mundo con el prêt-à-porter.
-Oh, el prêt-à-porter.
Y luego decían que yo arriesgaba, don Emilio, y mírales.
Ver para creer.
Me voy.
Que la moda de caballero me espera.
[risas] [♪ Dave Bronze: "Bopalopalama Dipdip"] No me digan que hoy solo voy a recibir buenas noticias.
-Eso parece.
-He tomado una decisión, señor de la Riva.
Quiero el puesto de ayudante de sastre.
[risas] -Bienvenido, Jonás.
Bravo.
Lo difícil, Jonás, no es tener un talento.
Lo difícil es reconocerlo, y una vez que lo reconoces, al talento hay que ponerlo a trabajar.
-Ya le he explicado que es muy importante el trato con los caballeros y lo comprometido que resulta tomar las medidas.
-Sí, lo de medir la entrepierna y coger los bajos.
-No se preocupe, doña Blanca, que sobre hombres se lo explico yo todo.
¡Muy bien!
Se va usted a estrenar con una colección única, un encargo histórico.
-¿No cree usted que se está precipitando?
Quizás no sea muy conveniente que su primera tarea esté relacionada con don Humberto Santamaría.
-¿Cómo?
Humberto Santamaría, ¿el actor?
-No, no, no, no, un momento, un momento.
-Doña Blanca, por favor, con los pasos tan grandes que ha dado usted en su vida, deje de cortar las alas a la gente.
Los artistas tienen que sentirse impulsados, no coartados.
-Pero si yo no coarto a nadie.
-Bueno, esto es demasiado.
Cuando le cuente a mi hermana Antonia que voy a coser para Humberto Santamaría... -¡Eh!
No, usted va a coser para mí, no para Humberto Santamaría.
¿Queda claro?
-Sí, sí.
Sí.
-Vamos a empezar a poner los puntos sobre las íes.
Escoja una bata para él, por favor, y vuelvan enseguida a trabajar.
-Sígame.
[suspiro] [risa] -¿Qué pasa, mi melocotón?
-Nada, la cremallera que se ha quedado atascada.
-Déjame que te ayude.
Bueno, si me quedan fuerzas después de lo de ayer, claro.
-Déjalo así, ya puedo sola.
-¡Que no!
Que estoy acostumbrado a hacerlo con mi madre, lo de... lo de la cremallera, digo.
¡Dios me libre!
Oye, oye, oye, aquí has ganado en felicidad.
-¿Qué dices?
Quita.
-No, que a mí me parece bien, así tengo más con lo que disfrutar, cariño.
-¿Puedes hacer el favor de calmarte?
-Oh, lo siento, mi amor, es el, es el deseo que me posee y que es, que es verte y... -Valentín, tengo una reunión y no puedo llegar tarde.
-Bueno, pero con 15 minutos yo creo que nos da tiempo de sobra, ¿no?
-Valentín.
-Venga, diez minutos, ¿mmm?
diez.
Bueno, ¿y qué es esa reunión tan importante?
Si se puede saber.
-Tenemos que ultimar detalles para la rueda de prensa de Humberto Santamaría.
-Ah, sí, por cierto, he estado pensando en que Humberto debe llevar una de las piezas de nuestra colección.
-¿Una rueda de prensa?
-Sí.
Así mataríamos dos pájaros de un tiro.
-Me parece bien.
-Mm-hmm.
-Hablaré con Enrique.
[♪ Michael Gaucher: "Twist and Love"] -Buenos días.
¿Qué tal estás?
-Mucho mejor, gracias.
-Bueno, me alegro.
Me dejaste preocupado.
-Enrique, creo que deberíamos replantearnos lo nuestro.
-¿Qué?
-Es que son muchos años y que no tiene ningún sentido.
-¿De qué estás hablando?
-Estoy casada.
-¿Y?
Que te has levantado esta mañana, has mirado a Valentín y has dicho: "A este hombre le debo un respeto".
Por favor.
-Basta, Enrique.
-¿Me quieres explicar qué está pasando aquí?
-Pues que estoy casada y que Valentín es una buena persona, no se merece esto.
Además, con el tiempo he aprendido a valorar sus cualidades.
-Esa sí que es buena.
Sí.
-Es la verdad, Enrique.
Además, los dos sabíamos que esto no iba a durar siempre.
Que es una historia de amor.
Da igual.
Voy a bajar a ver a Raúl, me gustaría que viese la invitación para la prensa.
[teléfono] Raúl, me gustaría que vieses la invitación a la rueda de prensa.
Habrá un cóctel y una sesión de fotos.
Además, Cafiero ha dado el visto bueno al aumento de presupuesto.
-¿Dónde está mi nombre?
-Ahí.
-Oh, sí, es verdad, ahí.
Cuatro veces más pequeño que el de Humberto Santamaría, y sin sombra.
¿Quién es el creador de esta colección, Patricia?
-Humberto, es solo el reclamo, lo sabes.
-Mis diseños no necesitan del arrogante de Santamaría ni del mismísimo Clark Gable.
-Raúl, ya habíamos hablado de esto, y te parecía una muy buena idea.
Necesitamos visibilidad.
-¿Lo ves?
¿Lo ves?
Queréis llamar la atención de la prensa con Humberto Santamaría, no con mi colección.
-La suma de ambos es el éxito de Velvet.
-Quiero entrar el primero en la rueda de prensa.
-Vale.
-No, el último, más expectación.
-Perfecto, serás el último.
-Muy bien.
-Hasta luego.
-Hasta luego.
Espérate, ¿o el primero?
Porque si me nombran... No, el último mejor.
[♪ Stephane Huguenin: "Stay By My Side"] -Rita, ¿qué horas son estas de llegar?
-Perdone, doña Blanca, que he pasado muy mala noche con los críos.
-Bueno, bueno, no me cuente más, la esperan en el taller.
-Doña Blanca.
-¿Sí?
-¿Qué tal, doña Aurorita?
Quiero, quiero decir, ¿sabe usted si sufrió?
-No sé qué decirle.
Ayer su hermana nos contó que el último año fue muy duro.
Desgraciadamente, es lo mejor que le podía pasar.
-Pero y, ¿y sabe qué tratamiento hizo?
-No me pareció muy apropiado preguntar algo así, la verdad.
-Claro, ¿cómo iba a preguntar algo así?
¿Verdad?
Pero, pero cómo, cómo, ¿cómo empezó todo y cómo se lo detectaron?
-Rita, ¿se encuentra usted bien?
-Sí, sí, sí.
Perdona.
-Rita.
[llanto] ¿Más tranquila?
No tienes por qué contármelo si no quieres.
-Tengo cáncer.
-¿Cómo?
-Hace unos días fui al médico porque pensaba que estaba embarazada.
Llevaba todo el día quejándome, estaba hasta arriba con los dos cafres que tengo por hijos.
Me, me hicieron unos análisis para, para ver si estaba o no estaba embarazada y me lo dijeron enseguida.
Vieron algo raro y tuve que volver.
Tengo cáncer de pecho.
-Ay, Dios mío.
-Aún no me lo creo.
-Tú no deberías estar aquí, trabajando.
Podemos arreglárnoslas perfectamente, es cuestión de organizarse.
-Doña Blanca, ahora más que nunca necesito trabajar.
-Pero eso no tiene sentido, tú ahora tienes que cuidarte y estar en casa con tu marido y con tus hijos, no aquí.
-Pedro no sabe nada.
-Pero tú no puedes llevar esto sola.
-Yo se lo pido por favor, no le diga nada a Pedro.
Él estaba tan contento con su ascenso, y yo, yo necesito estar fuerte para poder contarlo.
-Ya, ya.
-Yo soy el motor de mi casa, doña Blanca.
Pedro se impresiona con todo y, y si se me ve a mí hundida, estamos perdidos.
Yo no quiero que mis hijos... Yo no quiero que mis hijos... -Doña Blanca.
-Rita.
No sabes cuánto lo siento.
[llanto] -Doña Blanca, mis hijos... -Escucha, todo va a salir bien, ¿eh?
Ahora las cosas ya no son como antes, hay más información y, y estoy segura de que con un buen tratamiento todo saldrá bien.
-Sí.
-No, no, no, quédate aquí, no te muevas, quédate todo el tiempo que necesites.
-¿Y si preguntan por mí?
-Ya se me ocurrirá algo, tú no te preocupes.
-Gracias, doña Blanca.
-No tienes que agradecerme nada.
-Es la primera vez que hablo de esto.
Necesito tiempo.
-Descuida, no se lo diré a nadie.
[♪ música triste] [golpean la puerta] -¡Clara!
-Mira, desaparece de mi vista que no te quiero tener delante.
-Oye, yo no quería hablar de este tema, pero bueno, si lo quieres hablar, yo creo que cambiarte tú el modelito no es mucho problema, ¿no?
¡Ay, perdón!
¿Te puedo hacer una pregunta?
-No.
-Te la hago, y tú me contestas lo que quieras.
¿Te puedes quedar esta noche con mis hijos, por favor?
-¡No!
-Por favor... -Mira lo que me faltaba, ¿eh?
Anda, que tú también, no está el horno para bollos.
-Bueno, pues no le des bollos si no quieres, de verdad que Rita tiene una energía muy triste.
Déjame sacarla a cenar, queremos celebrar el ascenso.
-Tú recuérdamelo.
-Oye, te lo estoy diciendo completamente en serio.
Es que, es que no salimos Rita y yo a cenar solos desde que se puso Rita de parto.
-Bueno, pues mira, se lo pides a Jonás, -Que es que tiene entrenamiento.
-Por favor, si no lo haces por mí, hazlo por tu hermana.
-Mira, está bien, pero los traes cenados, bañados y, a ser posible, dormidos.
-Ven aquí, ven aquí, ven aquí.
Muchísimas, muchísimas, muchísimas gracias.
Cuando tú tengas hijos, te haré el mismo favor.
-Sí, sí, y si no los tengo, ya pensaré cómo me las pagarás.
-Te quedaba mejor el otro modelito.
[♪ Lionel Wendling y Gregory Ott: "Someplace to Go"] Venga.
-Buenos días.
Buenas.
-¿Qué haces con eso puesto?
-He tomado una decisión.
-Venga, déjate de tonterías y firma este nuevo contrato.
Felicidades, eres el nuevo jefe de planta.
-¿Cómo?
-Que he estado hablando con el señor Cafiero, que me ha dado el visto bueno.
Que ya no vas a tener que coser trapitos para llegar bien a fin de mes.
-Pero ¿se puede saber de qué me estás hablando?
-Que eres mi heredero en Velvet, primo.
Que felicidades, que eres el nuevo jefe de planta.
Firma.
-¿Tú te has preguntado qué es lo que quiero hacer yo?
Hombre, ¿pues me vas a admitir que todo esto no se te había pasado por la cabeza?
-Pues no, ¿y sabes por qué?
-¿Por?
Porque no tengo el más mínimo interés en serlo.
-¿Qué tonterías estás diciendo?
Tú sabes la gente que mataría por conseguir este puesto.
-Ni lo sé ni me importa.
-Oye, perdona, perdona, perdona, perdona, perdona.
He estado, he estado hablando con el señor Cafiero para decirle todo lo que está pasando contigo, y ahora tengo que volver a subir para ir a decirle: "Mi primo, el moñas, quiere rechazar este trabajo por aguja y dedal".
-Pues le dices que tu primo, el moñas, lo tiene muy clarito, y ahora mismo se va al taller a trabajar.
-¡Pero es que me vas a dejar con el culo al aire!
-Yo no te pedí que lo hicieras.
-Primo, esto me parece el colmo.
-El colmo es que te avergüences de mí.
-¿Cómo?
¿Dónde vas?
¿Dónde vas?
¿Dónde vas, primo?
¡Ven aquí ahora mismo!
-Se acabó el darme órdenes, ya no eres mi jefe.
[♪ música alegre] -Hasta el higadillo... Hasta el higadillo me tiene, hasta el higadillo de ese guaperas de pacotilla.
Galán de la huerta hortera.
Que no sé en qué momento he aceptado yo semejante trato.
-señor de la Riva, ¿se encuentra usted bien?
-No, no, Jonás, evidentemente, claro que no estoy bien.
Pero da igual.
No tenemos tiempo y tenemos mucho trabajo que hacer.
Mañana tenemos que presentar la imagen de la nueva colección y tenemos que arreglar ese traje con las medidas de esta estrella de mierda.
Cóseme un centímetro la manga, por favor.
-Voy.
-Dios mío.
Vestir a Humberto Santamaría con esta joya.
Esta joya que es como vestir a Ramona la del pueblo con un Chanel.
-Todo mi respeto, señor de la Riva, pero a mí el señor Humberto... -¡No, no, no, no Jonás!
No, no, Jonás, no.
¿Tú sabes lo que es trabajar continuamente en busca de la excelencia rodeado de mediocres?
-Pisotean tus ilusiones y limitan tus proyecciones de futuro.
Sí.
Alguno conozco.
-Sí.
Sí.
Vaya, señor Infantes, al final va a resultar una gran idea haberle escogido como ayudante.
-Muchas gracias, señor de la Riva.
-Muy bien, pues vamos a trabajar.
-¿A ver cómo se lo explico al señor Cafiero ahora que mi primo dice que no, que no quiere?
Se lo digo por aquí y ya está.
Eh... -Despacho del señor Cafiero.
-Sí, con el señor Cafiero, por favor.
-Pedro, ¿eres tú?
-No lo puedo creer.
-Pedro.
-Disculpe... Voy.
-Disculpa, no quería asustarte.
-Disculpe, señora Otegui, no la había visto.
¿Le puedo ayudar en algo?
-Sí, estoy esperando una carta urgente y quería saber si ya ha pasado el repartidor de correos.
-No, pero tiene que estar a punto de llegar Julián.
Pero vamos, si quiere, cuando llegue el repartidor interno le digo que se pase por su despacho.
-No, le voy a esperar aquí.
-De acuerdo.
-Gracias.
Pedro.
Julián es el repartidor de siempre, ¿verdad?
-Sí, Julián, Julián lleva aquí más años que el hilo negro.
-Mmm.
Gracias.
-De nada.
[♪ música tensa] -Buenos días.
-Buenos días.
Disculpe.
-¿Sí?
-¿Es usted Julián?
-Sí.
-No quiero molestarle, pero me gustaría hablar con usted un momento.
-Dígame, ¿en qué puedo ayudarla?
-Acabo de enterarme de que se han estado recibiendo cartas desde Nueva York durante los últimos años.
Me gustaría saber quién la recoge.
-Lo siento, señora, no sé de qué habla.
-Yo creo que sí.
-Creo que se está equivocando.
Yo llevo más de 15 años trayendo el correo en Velvet y nunca he visto ninguna carta franqueada en Nueva York.
-Sus compañeros de correos no dijeron lo mismo.
Estuve en las oficinas y me confirmaron que sí, que se han estado recibiendo cartas desde Nueva York de un tal Phillipe Ray, ¿le suena?
-Cristina.
No sabía que estuvieras por aquí.
[♪ música tensa] ¿Todo bien?
-No lo sé, Carlos, dímelo tú.
-Si me disculpan, yo tengo mucha faena.
-Me alegra verte tan recuperada.
-Fuiste tú, ¿verdad?
-No sé de qué me estás hablando.
-Tú sabías que Alberto estaba vivo y compraste a este pobre hombre para que nunca recibiéramos sus cartas.
Eres un malnacido.
-Cristina... -¡Quiero las cartas!
¡Quiero las cartas ya!
Nos has ocultado todo este tiempo que Alberto nunca se subió a aquel avión.
¿Cómo puedes ser tan hijo de puta?
¡Quiero las cartas, Carlos, quiero las cartas ahora mismo!
-¿De verdad quieres leerlas?
Ni siquiera te mencionaba en ninguna de ellas.
Todas eran para Ana.
¡Todas!
-¡Cállate!
A ver cómo le explicas a Ana todo esto, porque voy a contárselo todo.
¡Voy a contárselo todo ahora mismo!
-A ti que te interesa tanto como a mí que Ana nunca se entere de esto.
-¡Suéltame!
-Piénsalo.
Es la única manera de que Alberto pueda volver a tu lado.
No lo hagas.
-Carlos, ¡hola!
[risa] -¡Qué ganas tenía de verte!
-Pero ¿cuándo has vuelto?
-No, ahora mismo.
Y nada más entrar por la puerta me he encontrado a la mismísima Cristina Otegui.
Sí, la verdad parecía estar recuperada.
-Está volcada en demostrarme que es otra persona.
-Yo no bajaría la guardia.
No quiero ser mal pensado, pero si te hubiera alcanzado con esas tijeras... -Por Dios, no quiero hablar de eso ahora.
-Yo tampoco.
No quiero remover el pasado.
Le he traído a Alberto la maqueta que me pidió.
Le va a encantar.
-Le estás malcriando.
-Eso no es nada.
¿Tomamos un café y te la enseño?
-Tengo una reunión en un rato y aún tengo muchísimo que preparar, lo siento.
-Ana, Ana, tus modistas están deseando perderte de vista, mira.
¿Vamos?
Hazlo por ellas.
-Por ellas, pero en media hora tengo que estar aquí de vuelta.
Prometido.
-Pedro.
[teléfono] Venga.
Venga.
Necesito que cuelgue esto en la planta baja.
Es un comunicado para todos los empleados.
-Vale, lo del, lo del comunicado.
[♪ música tensa] -¿Algún problema, señor Infantes?
[teléfono] -Voy a... [timbre del ascensor] -Don Emilio, don Emilio.
-Señor Infantes, ¿es que ha visto usted al Conde Drácula o qué?
-Pues algo parecido.
-"En breve se procederá al desalojo de todos los empleados...".
-El señor Cafiero quiere que cuelgue esto delante de todos los empleados.
-¿Dónde está Ana?
-No sé, no la encuentro, y por eso he acudido a usted.
-Hágame un favor: no le diga nada a nadie, ¿mmm?
¿Qué significa esto, señor Cafiero?
-Pensaba que solo tenía que llamar la atención a los más jóvenes por los modales.
-Tiene razón, le pido disculpas.
Pero con el debido respeto, creo que usted también debería observar los suyos.
-Usted dirá.
-Cuando alguien toma una determinación como la que usted ha tomado, lo menos que debería hacer es defenderla personal y directamente.
¿Qué pretende?
¿Que maten al mensajero o a mi sobrina?
-Don Emilio, aquí la única responsable de que nos veamos obligados a tomar esta medida es su sobrina.
Necesita un taller mayor, y no tenemos más espacio en las galerías que en los dormitorios de los empleados, entonces tendrá que marcharse de aquí.
-Se me ocurren mil maneras de solucionar el problema sin tener que echar a nadie a la calle.
-Lástima que no sea usted el director de estas galerías.
-Señor Cafiero, la manutención y la vivienda son parte de nuestro sueldo, no pueden echarnos de aquí.
-¿Está amenazando?
-No, le estoy pidiendo que, que recapacite antes de hacer pública esa circular y que busque otra alternativa.
[teléfono] -Le pasa a usted como a mi padre, don Emilio.
La edad les ha vuelto unos sentimentales.
-¿Sentimentales?
Señor Cafiero, este es su negocio, es mi casa, y su personal es mi familia.
Son ya muchos años los que llevo aquí.
-Quizás demasiados.
¿Y su uniforme, no le va pesando?
-¿Uniforme?
¿Qué uniforme?
¿Esto dice usted?
Esto no es uniforme, no.
Esto es pellejo, señor Cafiero.
Mi pellejo.
Creo haberle mostrado lealtad desde el principio, pero si sigue adelante, le advierto que haré defender nuestros derechos.
-Por el momento, busque a Pedro, le quiero aquí inmediatamente.
-Sí, señor.
[♪ Steve Vaus: Carrie] -Ahí van los archivos de cuentas, los proveedores y los contratos de los últimos años.
[suspiro] -Muchas gracias.
Tengo que ponerme al día.
No me imaginaba tanto trabajo.
-Bueno, es que no han pasado dos días precisamente, don Mateo.
-Sí, claro.
-Si no se le ofrece nada más... -Bueno, sí, en realidad, sí.
Te estaba esperando.
Quiero redactar una carta a un proveedor en el que estoy interesado para la nueva línea.
-¿Y?
-Me gustaría que tomases nota de todo y luego lo pasaras a máquina.
Si quiero ponerme al día, no puedo pararme con estas cosas.
-No se preocupe.
De las menudencias ya me encargo yo, no hay problema.
[teléfono] -¿Sí?
Estimado señor Aguirre, imagino que se extrañó ayer por qué no pude asistir a la reunión.
-Le extrañaría que aparecieras.
-Le pido mis disculpas.
Sabe que soy un hombre de palabra.
-Pregúnteselo a mi exmujer.
-Clara, perdona, ¿decías algo?
-No.
No, no, no, está todo bien.
-¿Puedo continuar?
-Claro.
-Gracias.
¿Por dónde iba?
Ah, sí.
Soy un hombre de palabra, y mi compromiso con usted.
-Mi "compromiso".
-Clara, por favor, estamos trabajando.
-Más bien dando trabajo, ¿no?
-Pues sí, Clara, sí.
Eres la secretaria y las secretarias hacen esas cosas: traen cafés, buscan informes y redactan cartas sin hacer ningún tipo de comentario hiriente.
-Uy, ¿que he herido su corazoncito, don Mateo?
-sabía que iba a pasar esto, lo sabía, lo sabía.
-Pues mira, has empezado tú.
-¿Yo?
-Sí, con "Clara haz esto, Clara haz lo otro...".
-Clara, por favor, soy tu jefe, simplemente te he pedido que me ayudes a redactar una carta, nada más.
-¿A quién va dirigida la carta?
-Eh... Juan José Aguirre.
-¿Es cliente?
-No, es un anunciante de la revista.
-¿Cómo?
Limítate a los asuntos de Velvet y para todo lo demás te buscas otra, que en eso tienes experiencia de eso.
-¿Perdona?
No, no, no, un momento, Clara, ven.
Ven, Clara, Clara.
Clara, esto no tiene sentido.
-No, ¿y qué vas a hacer?
¿Despedirme?
Porque no creo que Marco te lo consienta.
-No quiero despedirte, quiero que encontremos la forma de poder trabajar juntos.
Mira, ¿por qué no quedamos esta noche y nos tomamos algo y hablamos de todas las cosas que han quedado pendientes?
-Esta noche no puedo.
-Perdóname, he sido precipitado.
Tómate tu tiempo, cuando estés preparada, me dices.
-Eh, un momento, que no es ninguna excusa, que yo estoy más que preparada para decirte todo lo que te tengo que decir.
-¿Sí?
-Sí.
-¿Entonces quedamos?
Sí, esta noche a las diez en el Pausa.
-Hecho.
[teléfono] [resuello] -¡Dios mío!
[golpean la puerta] -Hola.
Solo venía a ver cómo estabas.
-Perdone, doña Blanca, que me he quedado demasiado tiempo.
-No, por favor, no hay prisa.
-Gracias.
Estoy mejor.
Quién me lo iba a decir, pero hablar de ello me ha quitado un peso de encima.
-Mejor te sentirás cuando hables con Pedro.
A veces las personas nos sorprenden.
Estoy segura de que Pedro será el primero en ayudarte en tu recuperación, ya lo verás.
-A ver si encuentro el momento.
-Mientras, ¿por qué no te tomas el día libre?
¿Eh?
Te vas a dar un paseo, a que te dé el aire.
-¿No le importa?
-No, al contrario, te sentirás mejor.
-Muchísimas gracias, doña Blanca, no sé cómo se lo puedo agradecer.
-Anda, anda, márchate.
-¿Y Pedro?
-Le diré que ha llamado doña Enriqueta para que le probaras en su domicilio.
[♪ música emotiva] -Pase, Pedro.
-Señor Cafiero, me llamaba.
-Creo que usted y yo ya hemos hablado suficiente por hoy.
-Me quedaré aquí esperando.
[♪ música emotiva] -Señor Cafiero, disculpe, es que don Emilio me dijo que... -¿Qué?
Don Emilio ha venido aquí diciendo todo lo que usted no se atrevió a decirme, ¿no es así?
-No, realmente... -Fui magnánimo con el asunto de su primo.
Le dejé que le sustituyera ¿y así me lo paga?
Pedro, necesito a mi lado a gente con la que pueda contar.
Creí entender que usted ya no vivía en las galerías, ¿verdad?
-No, ya no.
-Entonces entiendo que la medida de que los empleados se busquen un lugar donde dormir no le afecta directamente, ¿verdad?
-No, señor.
-Entonces, ¿por qué me ha traicionado?
-Porque yo pensé que... Ese es el problema, lo qué pensó.
Cuando no se le paga por pensar, sino para que obedezca mis órdenes.
Ya no me fío de su palabra.
Se lo pido por última vez, si quiere conservar su trabajo como asistente.
Baje ahora mismo y cuelgue este comunicado en la planta baja.
¿Entendido?
[♪ música emotiva] -Sí.
-No tiene por qué hacerlo, Pedro, no tiene por qué.
-Porque yo tengo dos bocas que alimentar y con los gastos que tengo no llego a fin de mes para pagar la casa y tengo que aguantar la renovación, así que... ¡Atención!
¡Atención!
Nuevo comunicado de dirección.
¡Atención!
[bullicio] -"En breve se procederá al desalojo de todos los empleados".
-"Para la instalación del nuevo taller que Velvet necesita para la nueva colección de Ana Rivera".
-¿Esto qué es?
[todos hablan a la vez] -Calma, calma, por favor, un poco de calma.
-Un momento, un momento.
¿Qué revuelo es este?
¿Qué pasa?
-Que según esto, por culpa de Ana nos vamos todos a la calle.
-No, no es eso exactamente, no es eso.
-Claro, como es su sobrina.
-Don Emilio, aquí lo pone muy bien clarito, ya me lo explicará usted.
-¿Y encima se viene riendo?
-¿Qué pasa?
-No me lo puedo creer.
-He tratado de disuadirle, pero lo tiene decidido.
-Este hijo de puta... -¿Y a nosotros...?
-Vuelvan a su trabajo, por favor, vuelvan.
Se va a arreglar, vuelvan a su trabajo.
-Entonces ¿tenemos que quedarnos en casa?
Yo no me puedo quedar... -No, alguien... [bullicio] -Eres un miserable.
-Controla esa lengua, Ana.
-Estás muy loco si crees que te voy a consentir algo así.
-Mateo, por favor, explícale cómo va esto de no tener acciones.
-No vas a acabar con el prêt-à-porter tomando decisiones así.
-La guerra es conmigo, Marco.
Pues ven a por mí, no a por los empleados.
-Vuestro informe lo decía claramente: "Necesitaremos un taller más grande.
Desgraciadamente, no tenemos otro sitio donde ubicarlo".
-Y así pones a la gente en nuestra contra.
-Si supiera tu padre lo que estás haciendo.
-Esta medida la íbamos a tomar antes o después, en ningún otro centro de Europa los empleados viven dentro de las galerías.
-La gente de estas galerías lleva viviendo aquí más de 40 años.
-Pues imagínate si ha pasado tiempo.
-No creas que vas a conseguir acabar con mi propuesta, Marco.
-Eso ya lo veremos.
[♪ música emotiva] -Bueno, es oficial, la guerra acaba de comenzar.
-Menos mal que estás aquí, Mateo.
No sé si iba a poder yo sola con todo esto.
-Tranquila, seremos dos hasta el final.
-O tres, si aceptan un nuevo soldado para la batalla.
Puede que tal vez en, en las trincheras esté un poco mayor, pero en la retaguardia puedo serles de utilidad.
Y creo... Creo tener una solución para todo esto.
-¿Petra?
¿Petra?
Sí, soy Emilio, sí.
Te llamaba porque quería saber, ¿sigue disponible el local de Aurorita?
Ah, muy bien, porque quiero proponerte algo.
No, no, ¿qué?
No voy a dejar las galerías, no.
Las vamos a agrandar.
Sí.
Muy bien, pues mañana mismo, si te parece.
Vale, un abrazo, adiós.
No, sigue cerrado desde hace mucho tiempo, pero yo estoy seguro de que con una buena mano lo dejamos en condiciones para poder ubicar los nuevos talleres.
-No sé cómo agradecerle esto.
-No te hagas ilusiones, Ana, primero tenemos que verlo, comprobar que nos vale, cuánto nos pide por el traspaso... -Ay, Mateo, no es hora de ponerse prudentes.
Es lo único que tenemos.
-Además, Petra nos va a hacer un precio, seguro.
Primero porque es una buena amiga y después porque esto no es lo suyo, su vida está en Argentina, así que... -Ojalá esté en lo cierto, don Emilio, pero no, no... -Yo no pienso rendirme.
Vamos a por el crío.
-Vamos a por el crío.
-Mmm.
[timbre del ascensor] -¿Ahora te vas así, sin despedirte?
-Enrique, tengo prisa, he quedado.
-¿Qué?
¿Vas a prepararle la cenita a tu marido?
-Eso es asunto mío.
-¿Me puedes contar qué ha pasado de ayer a hoy?
-Ya te lo he dicho, esto no es serio.
-¿Tú quieres algo serio?
-Tengo algo serio, se llama matrimonio.
¿Vas a decirme que me vas a echar de menos?
Hasta mañana, Enrique.
[♪ música triste] [tono de marcado] [teléfono] -Sal de aquí inmediatamente.
-Tenemos que hablar.
-No tengo nada que hablar contigo, Carlos.
-Pensaba que querrías leer la última carta que recibí de Alberto.
Llegó hace unos días.
Llevaba más de un año sin escribir, pero parece que no es capaz de olvidarla.
[teléfono] Antes quiero que me prometas que no se lo vas a contar.
¿Cómo sabes que no lo he hecho ya?
Tienes demasiado que perder.
-¿Por qué la conservas?
-Está escrita la dirección de su atelier en Nueva York.
-¿Qué vas a hacer?
¿Asesinarle?
-Cristina, la vida de Alberto no es ninguna broma para nosotros.
-Vete.
-Confío en ti.
[♪ música tensa] -Tú veras.
"Querida Ana, me prometí no volver a escribirte.
Entiendo qué es lo que quieres, pero está claro que nunca seré tan fuerte como tú.
Sé que tu carrera es un constante éxito y que, por tanto, mi renuncia a seguir en Velvet mereció la pena.
Yo te sigo llevando en mi corazón y sueño con que un día la vida nos dé una nueva oportunidad, lejos de todo el dolor del pasado.
Es posible que sea un estúpido por soñar con algo así, pero hacerlo me mantiene vivo.
Te amo, Alberto".
[♪ música emotiva] -Bueno, esto ya está.
-Jorge, Miguel, ¿es que no pueden durar las camas hechas ni un minuto?
Todas las noches con la misma cantinela.
-Mira, Jorge, mira lo alto que llego.
-Gua, eso no es nada.
Mira yo, casi toco el techo.
-Vais a tocarlo los dos del azotazo que os voy a dar como no dejéis de saltar ahora mismo.
¡Abajo!
Bajad de la cama, que como se rompa una pata os voy a dejar el culo como un tomate.
-Yo.
Perdón, perdón, mamá.
-sí, mamá, fue sin querer.
-¿Fue sin querer?
Menuda cara más dura.
-No lo volveremos a hacer nunca más, de verdad.
-Está bien.
-¿Ah, sí?
¿Está bien?
-Sí.
No pasa nada.
Que luego lo arregla vuestro padre y sanseacabó.
Hoy dormís en la misma cama.
-¿Y no nos castigas sin postre?
-¿Ni sin tele?
-No.
Venid aquí, anda.
Ay.
Que yo ya sé que ando rebufando de aquí p'allá todo el día, pero es solo porque quiero que seáis buenas personas, ¿eh?
Y buenos niños.
¿A que sí?
Y aunque os grite y os regañe, vosotros, vosotros sois mi vida.
Vosotros sois, sois todo para mí, porque yo os quiero mucho, mucho, mucho.
Mucho.
-Mamá, te estás poniendo un poco cursi.
-Es verdad.
Ay, madre mía, esta mamá que se está poniendo cursi.
Bueno, pero, pero vosotros no lo vais a olvidar, ¿a que no?
¿Eh?
Pase lo que pase.
¿A que no?
-Rita, ¿has visto mi corbata?
Que no la encuentro por ningún lado.
-Sí.
Venga, id a dibujar.
-Rita, de verdad, no encuentro la corbata y necesito, necesito buscarla, encontrar la corbata.
-A ver, que seguro que está por aquí.
-Ah, mira.
-Aquí está, aquí está, aquí está.
Oye ¿y tu hermana?
¿No tiene que estar ya aquí?
Al final vamos a llegar tarde a la cena, ¿eh?
-¿Y si no vamos?
-Es que después de todo lo que ha pasado en las galerías, ir a celebrar no es la mejor idea.
Rita, con más inri, que tenemos que celebrar el ascenso, hombre, hoy no lo podemos permitir, y mañana Dios dirá.
Mañana llegan las vacas flacas.
[timbre] Esa tiene que ser tu hermana, voy por el abrigo.
[timbre] -Ya va.
[suspiro] -Si me ves con un hombre, enciérrame, por favor, y tira la llave.
Ay, monja de clausura me voy a hacer.
-Mira, no porque me cortan el pelo... -Clara, que has venido a cuidar de los críos.
-Ya.
Ese es el problema, que vivo rodeada de críos.
-Clara.
-¿Qué?
-Los niños ya han cenado y están dibujando.
En una hora a la cama, pero antes les das un vaso de leche, que se lo terminen.
-No me has escuchado nada de lo que te he dicho.
-No tengo ganas de discutir.
-¿Qué te pasa?
¿Estás bien?
[suspiro] -Sí.
-¡Nos vamos!
Has venido a cuidar a los críos, no que los críos cuiden de ti.
Por favor, tengamos la noche en paz.
-Pedro, que estás hablando conmigo.
Que ya sé que les tengo que dar la leche y las galletas y les echo a dormir.
-Sí, sí, lo que tú quieras, venga, vámonos.
He dicho que no se bebe y no se bebe.
Fuera.
-Hala, pasadlo bien.
-Gracias.
[♪ Laurie Stras: "Sunny Day"] -Niños, a vestirse, que tengo un plan genial.
nos vamos de paseo.
-¡Bien!
-¡Bien!
-Bueno.
Si no puedes con el enemigo, únete a él.
Elegid.
-El mío.
-Ese.
-Venga.
[bullicio] -Hola, qué tal.
¿Cómo estás?
-Hola.
Qué bueno, qué bien estar aquí, ¿no?
Siento el retraso.
-No te preocupes.
-Mira, he estado pensando... -¿Tú quién eres?
-¿Quién eres tú?
-¿Es de verdad?
[quejido] -No me gusta tu bigote.
¿Qué le pasa a mi big...?
¿Quiénes son estos?
¿Qué es esto?
-Pues estos son la razón por la que no podía venir.
Mi excusa número uno: Miguel, y mi excusa número dos: Jorge.
Son mis sobrinos.
Que hay de novedades, ¿eh?
-Pues sí, sí.
-¿Qué van a tomar?
-¡Galletas!
-Con chinchón.
-¿Estos niños toman chinchón?
-Cosas de mi madre, que dice que así duermen mejor.
Tráigaselo, y para él un güisqui, y para mí un gin fizz, por favor.
Os voy a dar el chinchón y las galletas, pero si os portáis bien, ¿eh?
Dejáis hablar a los mayores y estáis sin hacer ruido.
Venga, a jugar al sillón.
Vamos.
-Qué majos.
-Bueno, soy toda oídos.
-Pues no sé si estas son las condiciones, la verdad.
-Ahora te lo tienes que pensar tú.
-No, no, no, lo he pensado mucho.
Pues desde que pasó lo que pasó, la verdad, es que le he estado dando vueltas en la cama.
[niños gritan] -Gracias.
-Gracias.
-Sí.
-Pues eso, que le he estado dando vueltas a la cabeza muchísimas veces y... -¡Jorge!
Jorge, suelta ese cenicero.
Perdona.
Dime.
[quejidos de los niños] -Sí, que las circunstancias tampoco eran las apropiadas porque nuestros momentos eran momentos distintos... -Miguel, te prometo que como se rompa el cenicero cobras, ¿eh?
-El piso era pequeño también, yo no estaba acostumbrado, tú tampoco estabas acostumbrada.
[cenicero se cae] -¿Qué os he dicho?
-Coño con los niños ya, joder.
-Oye, que no hables así de los niños.
-Estos niños tenían que estar en cama y no montando un numerito en el Pausa a estas horas, Clara.
¡Tú!
-No, Mateo.
No corráis.
-Ya verás cuando te agarre.
¡Ven!
¡Ven!
Ven aquí ahora mismo.
-Parad.
Quietos.
-Clara, Clara, Clara.
-¿Qué?
[habla en inglés] -No me acuerdo de la última vez que estuve aquí.
-Pues sí, te lo aseguro, pero algo, esto sigue, esto sigue como siempre.
¿Qué te apetece tomar?
-No, no quiero nada.
-Pero, Rita, vamos a brindar, por favor, que hoy es nuestro día.
-Bueno, pues un San Francisco.
-Un San Francisco, un San Francisco, por favor, y un vermú.
[risas] -Dile a tus sobrinos que dejen de tocar los cojones con las galletitas ya.
-Oye, que dejes a los niños en paz, que en este lío no has metido tú.
-¿Yo?
Eres tú la que los has traído aquí.
-De verdad, qué egoísta eres, ¿eh?
Cómo te gusta culpar a los demás.
-¿Egoísta yo?
Si eres incapaz de compartir un cuarto de baño.
-¿Pero qué dices tú ahora?
-Gracias.
-Chin chin.
[♪ Jay Glover: "Devil With Heart"] -Pedro, te tengo que decir algo.
-Dime.
-Que, que últimamente solo estamos preocupados de que nos llegue el dinero, ¿verdad?
Pero y, ¿y nosotros?
-¿Nosotros?
¿Qué pasa con nosotros?
-Sí, que, ¿cuánto tiempo hace que no hablamos de, de cómo nos sentimos y de cómo estamos?
Todo el día pendiente de la compra y de la limpieza, de tener listo los uniformes y de ir a recoger a... ¿Los críos?
-Sí, tienes toda la razón.
-Que no, Pedro, que los críos, ¡que están ahí!
[inaudible] Clara.
[risas] -¡Papá!
-¡Mamá!
-¿Se puede saber qué está pasando?
-¿Qué hacen los niños aquí?
-¿Y vosotros?
Anda que hay más bares en Madrid.
-¿Cómo?
Te pedí solamente un favor.
-Lo siento.
-Vámonos, anda.
-Sabía que esto no era buena idea.
-Muchas gracias, ¿eh?
-Genial.
-"El hada se compadeció de él y le devolvió su aspecto, pero le advirtió: 'A partir de ahora, cada vez que mientas, te crecerá la nariz'".
[risas] -Pero eso solo pasa en el cuento, ¿verdad?
A nosotros no nos va a crecer la nariz por una mentirijilla.
-Claro que no.
[risas] -Hora de dormir.
-Pero si acabamos de empezar el cuento.
-Claro, porque has estado dos horas jugando con el avión que te trajo Carlos.
-Será mejor que terminemos el cuento mañana o tu mamá no me va a dejar volver.
Choca esos cinco.
[quejido] Pero cada día estás más fuerte.
[risa] Descansa.
-Ahora sí.
Ahora vuelvo, mi amor.
-Hasta mañana, mamá.
-Hasta mañana, mi vida.
[♪ música suave] Gracias, Carlos.
No sabes lo que disfruta Alberto con todo esto.
-Pues lo mismo que yo.
Te quiero, os quiero.
Ya lo sabes.
[♪ música suave] Hasta mañana.
-Que descanses.
[♪ música suave] -Carlos.
-¿Qué haces aquí?
-Voy a ayudarte con Ana.
-¿Y ese cambio de actitud?
-No quiero que sepa que Alberto está vivo.
Al menos de momento.
Antes quiero que se case contigo.
-¿Seguirás enfadada por lo del otro día?
-¿Porque hayas intentado echarme de mi casa a mí y a mis compañeros?
-La nueva colección necesita ampliar el taller, eso es todo.
-Hay una tienda que se ha quedado vacía y hemos pensado en comprarla.
-Ana, acabo de encontrar un local donde piensa desarrollar la colección prêt-à-porter.
-Me parece bien.
-Tienes que tener claro con quién estás.
-¿Dónde está este mentecato?
-¡Carlitos!
-¿Has venido borracho a la presentación de mi colección?
-Parece que las cosas van muy bien.
-Ahora que estamos intentando ser padres, hace falta más roce que nunca.
-La línea masculina de Velvet no está ligada a mi imagen solo por una cuestión económica.
La he diseñado yo en exclusiva para ellos.
-¿Por qué no cenamos hoy y tenemos la conversación que ayer no pudo ser?
-Está bien.
-Pedro, ¿estamos sin jefe de planta?
Quiero ahora mismo un candidato para el puesto, y usted está fuera.
-Tú no eres la única a la que le pasan cosas muy importantes, a mí también me pasan.
-¿Puedo saber cuáles?
Tengo cáncer.
Support for PBS provided by:
















